TORI  Y LULÚ

El día que nacieron Tori y Lulú el cielo era azul y tenía cuatro nubes blancas y esponjosas, como el algodón. Lulú y Tori parecían iguales, ¡como dos gotitas de agua de lluvia! Pero pronto empezaron a darse cuenta que en el mundo de la sabana, había ciertas diferencias... 

Lulú pronto empezó a ir a clases de lucha de leones, para poder pelear cuando fuera mayor y convertirse en el líder de la manada, de lo contrario, tendrá que abandonar la manada...

Tori, también empezó a aprender cosas nuevas: acompañaba todo el día a las leonas que se iban de caza, para aprender a correr muy rápido y cazar buenas presas

Un día de lluvia, mientras todos dormían bajo la copa de los árboles, Tori y Lulú salieron de la manada y caminaron muy muy lejos, a un lugar donde todo estaba en silencio y lleno de árboles frondosos y verdes.

- Lulú, hermanito, yo quiero aprender a luchar y rugir fuerte y alto, y así poder defenderme de aquellos que quieran hacerme daño. - dijo Tori con entusiasmo.

- Tori, hermanita, pues yo quiero aprender a cazar y ser veloz para llevar comida a quien lo necesitan, y así poder cuidar a la manada. - explicó Lulú con deseo.

- ¡Pero eso es imposible! Los leones nunca pueden cuidar de mayores ni de cualquier integrante de la familia... Si alguien se entera que un león cachorro quiere empezar a cazar, te echarán de la manada muy pronto. - replicó Tori con preocupación.

- Ya lo sé, Tori... Pero tú también quieres luchar, ser fuerte y valiente para enfrentarte a los demás. Las leonas nunca pueden luchar entre ellas, siempre están para cuidar de la manada. - explicó Lulú con tristeza.

- ¡Pues ya sé lo que vamos a hacer! Tengo una idea muy buena. - exclamó Tori con fuerza.

- Ja, ja, ja, a mí también se me ha ocurrido algo. A la de una, a la de dos y ¡ a la de tres! - dijo Lulú alegremente.

- ¡¡¡Vamos a intercambiarnos!!! - gritaron ambos con mucha motivación.

Era sorprendente lo mucho que se parecía hermana y hermano. Así que contentos por estar de acuerdo, emprendieron su marcha hacia la gran sabana, detallando el plan para el día siguiente.

Cuando pasó la noche y el amanecer de color rosa iluminó a todos los animales del lugar, Tori y Lulú se despertaron y caminaron hacia las clases.

Era el momento de luchar, de aplicar la técnica del día. Tori, nerviosa pidió al maestro salir en primer lugar. Todos los leones pensaban que era Lulú, por su fuerza y agilidad y nadie pensó que iban a luchar contra una leona. Todos los aprendices pasaron a luchar, uno a uno contra Tori. Y, ¡Vaya técnica en artes de la pelea! Exclamaban todos al terminar.

Cuando terminó la clase, el maestro se acercó a ella:

- Has estado excelente hoy. ¡Sigue por este camino, puedes llegar muy lejos! `¡Y convertirte en Lulú, la leyenda!

- Muchas gracias, maestro. - agradeció con timidez, intentando ocultar que en realidad no era Lulú, sino que ella era Tori.

Al mismo tiempo, en la clase de cacería, Lulú permanecía callado para que nadie descubriera que había sustituido a su hermana Tori. Y Lulú no paraba de correr, con elegancia y velocidad nunca antes visto entre las cachorras leonas. Incluso llegó a cazar un liebre, que llevó, alegremente a una anciana que no podía moverse.

- Muchas gracias por la comida, - le agradeció la anciana leona - se nota que tus habilidades para la caza son extraordinarias a pesar de lo pequeña que eres.

- ¡No soy pequeña! ¡No soy una leona! - desvelando la verdad.

Y todas las leonas se quedaron impresionadas...

- ¿Cómo es posible que un león cachorro cace y cuide a su manada así? Esto es impresionante. Quizá haya más leones pequeños que hagan lo mismo...

Aquella misma noche hubo una asamblea general, donde todas las leonas y leones mayores se reunieron para hablar en secreto sobre lo ocurrido

A la mañana siguiente, cada uno se dirigía a su clase, pensando en las consecuencias que tendría aquel comportamiento que tuvieron Lulú y Tori. A lo que llevaron una gran sorpresa al ver que todo había cambiado: las leonas cachorras lucharon y los leones cachorros cazaron.

Pero la cosa no se quedó ahí. A partir de ese día y para siempre cada cual podría elegir y aprender lo que realmente les gustaba. Y nunca nadie volvió a decir lo contrario: ¡ahora podían ser lo que querían!




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